11/9/09

Los malos hábitos son como un pulpo cuyos tentáculos se acoplan a la piel y no dejan fluir la marcha natural de nuestro recorrido. Cualquier ser humano que aspire a evolucionar debe ser consciente de esta realidad ficticia y dual, el engaño de los sentidos es una trampa cuyo resultado redunda en un cansancio crónico del caminante. En el caso del trabajador del lenguaje, del artesano de palabras, dicho cansancio se multiplica más si cabe. No es necesario que te martirices, siendo consciente habrás adelantado un buen trecho. Mañana será otro día para proseguir la marcha sin el lastre del engaño, sin el freno en los ojos, sin el desasosiego en el cuerpo, sin la ansiedad en el torpe sexo. Quien duda de sus deseos es probable que no haya aprendido a mirarse con nitidez hacia dentro. Es necesario limpiar ese karma para que el recién nacido que fuiste y el viejo moribundo que habitan en ti se aproximen. Será entonces el momento de abrazar la inmensidad: tú uno infinito fundiéndote en el infinito, comunión natural, dentro y fuera, pero aún queda un largo camino por recorrer. Calcémonos pues las botas, alcemos la mirada hacia el próximo kilómetro y prosiga así cada uno dentro de esta humilde magia mortal su propio recorrido.