Tus palabras y tus gestos,
en su veneno inconsciente,
han venido a decirme esta tarde
que te marchas.
El infierno debe parecerse
a una noche muda de rencor
como la que ahora mismo siento.
Quisiera hablarte bien frente al espejo
y decirte, con voz callada,
lo mucho que siento tu dolor.
Tú no lo sabes aún,
pero ese hartazgo de vivir
mantiene en vilo esta pulsión suicida
que nunca manifiesto contigo.
Solitario rozo el frenesí,
contemplo el cielo rosado
bajo la tarde herida.
Un viento sin nombre
acaricia la última luz,
y todo cuanto anhelo calla.
(noche del mes de junio)
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