Celebración de la garza
La poesía no sirve para salvarte. Para salvar a nadie.
La poesía no sirve para cruzar un río,
para enredar una magnolia en una oreja no sirve.
Tampoco sirve para subir a un autobús sin pagar.
Para entrar en el cine por el ojo de la alcantarilla no sirve para eso la poesía.
Tampoco sirve para levantar un muro que detenga el mar.
No sirve de asiento en los trenes, de almohada en los aviones altos,
la poesía tampoco sirve para enamorar a la niña del apartamento contiguo,
si crees que sirve para eso estás equivocado.
No sirve para eso, loco.
La poesía no es un analgésico para que puedas dormir.
No sirve para quitarte el insomnio, antes te da más, antes te aprieta
las mandíbulas.
Tampoco sirve para salvarte de la multa policial. Ni siquiera del anuncio
diciendo ocupado en un baño público.
La poesía sólo se salva a sí misma. No a ti, no a tu abuelita,
ella misma es la salvadora de su propia voluntad.
Se escribe para salvarse, te utiliza como a un guante viejo para salvarse,
va ocupando tu cuerpo, tus manos, tus ojos, tu nariz.
Va ocupándote hasta que te hace desaparecer.
Un día te preguntas y ya no estás, la casa desmantelada,
las ventanas cerradas.
Un letrero que dice: Se vende. Para mayores informes.
Rogelio Guedea
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