Llegados a este punto toca hacer balance y reflexión de los meses que me han pasado por encima. A menudo la experiencia es tan devastadora que no deja tiempo a detenerse en los recovecos de la acción absurda. Este estado de resaca espiritual llega cuando el yo advierte que se estaba perdiendo en cantidades. La cantidad asola al individuo porque el individuo es limitado y tan solo es capaz de exprimir un espacio concreto, todavía no hemos alcanzado el don o la tragedia de la ubicuidad. Este ser que se debate y se contradice, soltado en mitad de una existencia vertiginosa tiende al absoluto, al ansia de un todo imposible que la poesía va desgranando inútilmente a través de lo concreto efímero.
Es habitual que esto suceda, y también es cierto que no somos conscientes del daño que infringimos al yo hasta que la distancia del tiempo o los avisos del espíritu y del cuerpo abren luz a la evidencia trastocada de la realidad tangible. Más allá del personaje creado inconscientemente con el fin de proteger de la masa atroz al individuo sensible, se plantea la cuestión del arte. La cuestión de cómo influye la exposición pública del arte en el individuo libre y creador. Cómo influye la opinión en su libertad creadora, de tal modo que si no estuviese a salvo de ella jamás podría volver a crear en condiciones de libertad y de originalidad. Quizá para algunos pasara a formar parte de un mercado y perdería su esencia, la fuerza de su arte.
Reflexiono a cerca de todo esto atravesado por el empirismo, jamás me atrevería a hablar de algo que no he experimentado y cuando me expreso, me expreso desde mi subjetividad, dejando claro que no pretendo estar en posesión de la verdad ni generar ningún tipo de opiniones encontradas. Compartir experiencias. Escuchar. Algo más difícil en una actualidad que rebosa de noticias rápidas y opiniones prefabricadas. Qué difícil se hace compartir experiencias sinceras de viva voz, pero esa generosidad que a veces brota en los recovecos de la existencia es suficiente para abrir el cuadro de la vida y observar la luz que brilla más allá del fondo oscuro.
Ningún poeta y ningún creador puede ser creíble sin experiencia. El problema de la experiencia es cuando ésta se confunde con el ego y con la perversión velada del “para quién escribo”. El enfoque debe ser tan personal que nadie debería entrar a valorar las intenciones de ninguna obra más allá del contenido real estético de la misma obra. No es sólo el placer estético sino también el poso de vida que entrevemos, la originalidad de una voz abierta a la otredad. Insisto, originalidad hay en el talento natural pero este se desvirtúa con el paso del tiempo y las trampas del ego a través de la experiencia.
Entroncamos así con otra vieja problemática, la que enfrenta o aúna vida y obra. Sabemos de artistas comprometidos con la sociedad. De artistas comprometidos con su entorno. De artistas comprometidos con lo elevado, dios, el infierno, Grecia, el cosmos. De todos estos etcéteras el artista creo que debería estar comprometido en primer y último lugar con su propia vida. La sinceridad representa la prueba de fuego que atraviesa cualquier espíritu evolucionado que se mueve en los teatros del arte donde también bullen confundidas pasiones humanas, apariencias, deseos, espejos, vidas. El ego es la trampa mortal de cualquier humano dedicado al arte por encima de todas las cosas de la existencia. El arte sana, embellece, purifica. A menudo es necesario caer muy abajo para levantarse hacia las cumbres de lo excelso, y así repetidamente. La contradicción constante de espíritus afines a lo largo de la historia de la literatura deja constancia de que la experiencia es un motor que no hay que refrenar de manera inquisitiva.
Sin embargo, con el paso de los años, uno aprende a la vez que es carne mortal y efímera, que su poesía pertenece al individuo que la escribe y la dice, y que ese individuo es inseparable de sus vivencias, de sus sensaciones y de su sentimiento hacia otras personas que por especiales han de ser también contadas. El arte podrá ser universal, pero el hombre es limitado. Sinceridad y humildad, balanza de toda creación auténtica.
1 comentario:
Joder, esto nunca lo había leído, y me ha puesto los pelos de punta.
Tío, en serio, sabes que odio echarte flores porque no quiero que te transformes en un egocéntrico jamás, porque eres muy natural y porque además eres realmente muy buen poeta.
Por otra parte, tu capacidad de redacción y asociación de ideas, es sencillamente increíble.
Un abrazo sincero de alguien que te profesa mucho cariño, como persona y como creador.
Lidia
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